Nada se presta mejor para ello que un jugador de futbol. Juventud, fama, dinero, salud, se convierten en los ingredientes para que muchos que soñamos que ser grandes jugadores de
futbol admiremos a estos. Más aún si tenemos ante nosotros un fenómeno del mundo que seguramente se convierta en el mejor jugador de la historia. Un argentino que para algunos extrañamente parece ser humilde y más extraño aún siendo futbolista y famoso muestra tener ecuanimidad, raciocinio y los pies bien puestos en el suelo.
Un extraordinario y único futbolista al cual no le podemos pedir más que ser eso, un jugador de una pelota que con ciertas reglas se llama futbol y es una máquina de hacer dinero. Los que nos gusta el futbol y añoramos ser jugadores de futbol de calidad, aunque a duras penas jugamos en las canchas de los pueblos, es comprensible esa admiración y es lamentable que Messi no haya jugado en Costa Rica. Sin embargo, esto no es de extrañar, pues el cálculo económico, la mezquindad de una selección de futbol y la estupidez o la visión corta de un futbolista absorbido por su entorno, llevan a que esto no sea una sorpresa, pese a la ingenuidad que prevaleció.
No obstante, burdo y lamentable es que esa ingenuidad se transfiere con más continuidad de la debida a las sociedades que nos decimos modernas y supuestamente racionales. A través de la historia sociedades con alto nivel educativo y de desarrollo han sido arrastradas por supuestos líderes que las han llevado a dictaduras, guerras, miserias y al aniquilamiento de seres humanos.
Esto igualmente se da en nuestra América Latina, en donde la sencillez, la irracionalidad o el deseo de encontrar soluciones fáciles, que no existen y que le corresponden a la sociedad, son trasladadas a supuestos lideres, personas que por una imagen construida, un acto relevante que ha realizado o que se le ha construido, a la exposición a los medios de comunicación, por tener un apellido determinado o ser hijo de alguien que si tuvo meritos, le entregamos nuestra confianza viéndolos como los salvadores, los que sí nos darán solución y nos encaminarían supuestamente al progreso o al menos a darnos las soluciones a
los problemas.
Este acto de sumisión o acuerdo que ciertas colectividades sociales dan a una persona de carne y hueso que lo convierten casi en un mesías, tiene implicaciones negativas para la vida en sociedad y en especial para la democracia.
Los seres humanos hemos tendido a través de la historia a valorar en exceso a ciertas personas: sea un futbolista, un actor, una cantante, un religioso o un político, esta situación generalmente no ha acabado bien para unos y para otros. Debemos darle el verdadero valor a las cosas, algo difícil en un contexto mediático en donde se crean y se recrean personas de carne y hueso y como en el caso del futbol, los fiebres deseábamos ver en el Estadio Nacional a Messi, alguien que estaba casi en el cielo y que parecía un sueño pudiera llegar a nuestro pequeño y querido terruño.
Sin duda ha sido un duro golpe para los que nos gusta el futbol, para algunos a sido hasta una pérdida financiera pues pagaron un alto precio por una entrada, para algo que al fin y al cabo no tuvo el valor que todos esperaban. La moraleja es tener cuidado, que la pasión, los medios de comunicación y nuestras ilusiones y pasiones por un deporte, que al fin y al cabo es una recreación, no nos lleven a algo más que eso, un pasatiempo.
En el mundo de la política esto ha sido más difícil de comprender, tendemos a votar por apellidos, por belleza, exposición en los medios y una lista inmensa de promesas. Al igual que en el caso de Messi, cada 4 años vemos que el alto valor de lo que se ofreció, con lo que nos dieron efectivamente tiene una gran diferencia.
Es difícil que entendamos que la construcción de un destino exitoso individual y colectivamente depende de nosotros, en el esfuerzo individual, en el tener personas en organizaciones sociales activas, en la gestión empresarial creativa, responsable y competitiva. Es decir en las acciones que como sociedad responsable asumamos todos y no en lo que supuestos líderes mesiánicos planteen, cada campaña electoral, es en ellas en donde se encuentra un buen futuro para el país.
La construcción de una sociedad con mayor progreso, más equidad y sostenibilidad ecológica es una responsabilidad de todos los ciudadanos, las soluciones fáciles y mesiánicas, no ha sido la mejor para los pueblos a través de la historia.
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