¿Qué será de Costa Rica?
Dr.
Roberto Jiménez Gómez
Hemos visto durante
las últimas décadas un cambio estructural de la economía de Costa Rica. Los cultivos tradicionales base de la
economía por varios siglos, han dejado de tener relevancia y cuando mucho son
una actividad más de un sistema económico cada vez más diverso y complejo.
Unido a las
transformaciones económicas se ha ido reconfigurando nuevas relaciones de poder
económico y por ello político. Contrario
a lo que ilustres costarricenses visualizaron para la Costa Rica del siglo XX,
y que pudieron dar forma, la nueva sociedad del siglo XXI parece estar en manos
de unos pocos, los cuales pese a tener claro que desean, el bien común, la
construcción de una sociedad de oportunidades, justa y ejemplo al mundo, no
parecen ser su fin.
Por el contrario, los
nuevos grupos económicos, por lo general, nos ven en un mundo globalizado, en
donde tenemos que competir con los bajos salarios de Centroamérica y los nuevos
países emergentes, en donde la construcción de un país de oportunidades y
justo, en donde se tenga un buen vivir, son utopías en el mejor de los casos y ven
escollos en quienes piensen en ello.
El tramado político
existente no permite tener esperanzas, se requiere de grandes cambios para que
eso ocurra.
Se tiene un Partido
Liberación Nacional que ha ido renunciando paulatinamente a su raíz social
demócrata, con algunos diputados que dan pena ajena, no da espacios al
positivismo. Unido a ello, los grupos de
poder del nuevo sistema económico han encontrado en ese partido espacios para
hacer valer su propuesta de crecimiento económico, en la mayoría de los casos
contraria al bien común. Los pesos y
contrapesos internos no aparecen.
En la acera de
enfrente el panorama es caótico.
Alianzas sin fundamento ideológico son débiles, pero sin una visión
programática consensuada es patético.
Unido a ello, el Partido Acción Ciudadana, partido que dio esperanza y
una nueva forma de hacer política, se debate en diferencias internas, en pugnas
que le quitan las fuerzas para tareas de más alto alcance.
Un escenario político
con la posibilidad de una alianza, ha sido una ilusión de diferentes sectores,
sin embargo, caben algunas preguntas:
¿Será posible
conciliar y trabajar conjuntamente con diferencias ideológicas tan severas?
¿Cuál será la forma
de elegir el candidato?
¿A caso no se debe
mostrar conciliación en programas básicos desde ahora en la Asamblea
Legislativa, para poder tener credibilidad ante la sociedad?
¿Es posible gobernar
cuando se tienen diferencias tan grandes de forma y fondo en cuanto al papel
que debe jugar el Estado y el mercado?
¿Qué harán en el
poder cuando la deuda interna y el de déficit fiscal se disparé y se deba
plantear una reforma fiscal que no se apoyo?
¿Qué pasa si ocurre
lo más probable, el candidato que gana el candidato del buen porte o el menos
malo?
La coalición de
fuerzas políticas es condición necesaria para acceder al poder político por
parte de los partidos políticos de oposición.
Sin embargo, generar esperanzas en alianzas que no han pasado de
repartición de puestos entre diputados, no parece racional, ni sostenible
políticamente.
Si los partidos de
oposición piensan en la alianza deben ir más allá de la repartición de
puestos. Su reto es trabajar en una
agenda común, que sirva de base para una propuesta programática de cara a las
elecciones, eso es básico para demostrar que vale la pena una alianza
electoral, más allá que buscar vencer al PLN.
El verdadero aporte
de un partido o un líder está en construir, en crear opciones de desarrollo, en
crear espacios de acuerdo, en negociar y acordar, de esa forma se muestra
madurez política y pasta para gobernar.
Eso se debe hacer en grandes temas nacionales, algunos aspectos
decorativos que se han visto no pasan a más.
Los pactos y acuerdos
son importantes, sin embargo, no se pueden aceptar cuando en juego están los
fundamentos básicos de carácter programático y ético. El acuerdo logrado hace un año tuvo su
simpatía en algunos sectores, sin embargo, sus resultados no son relevantes,
más allá de democratizar el poder. La
tarea es definir reglas éticas y programáticas que bajo un interés nacional se
ponga en marcha, en caso contrario la alianza estará muerta.
Sin duda hay quienes
no discuten en público, no se debilitan, ni destruyen. Ellos sí tienen claro lo que desean, sus
negocios a costa del ambiente, del pequeño empresario, de la equidad y del
futuro de las próximas generaciones.
La miopía y alta
dosis de estupidez hacen que quienes debieron defenderla se golpeen los
tobillos en sus partidos y entre estos, sucumbiendo en el corto plazo, el
individualismo y la falta de visión; algo que le sobro a los costarricenses de
inicios del siglo XX.
Mientras se dan las
luchas interna en los partidos políticos de todas las posiciones ideológicas,
surgen estás preguntas: ¿Qué pasará con Costa Rica? ¿Quién piensa en esa Patria,
nuestro hogar?
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